La Magia de un Retornado Debe Ser Especial - Capítulo 288 - Novela en Español

Capítulo 288 - Rapsodia (3)

Brigant, la nave insignia de la Iglesia de Artemisa, surcaba el cielo oscuro, a pesar de la lluvia torrencial y los vientos cortantes. 

En la parte superior de su proa se encontraba Priscilla Heisilgard, vistiendo una túnica funeraria de monja, adornada con un acabado rojo carmesí y una profunda y negra estola. 

Miraba hacia abajo con un rostro sin emociones.

Las luces que adornaban los caminos del Imperio brillaban a lo lejos.

Toda la ciudad que tenía ante ella tenía un enorme despliegue de hechizos defensivos que la encapsulaban, y numerosos caballeros estaban en formación, listos para bloquear el avance de los Paladines Sagrados. 

—Al fin... 

El momento de actuar finalmente había llegado. Su plan había estado en marcha durante varias décadas. Priscilla había estado haciendo conexiones en secreto, aumentando el poder de la Iglesia de Artemisa en todo el continente. 

Poderosos caballeros habían abandonado sus reinos, las compañías de comercio les ofrecían buenos tratos, e incluso  había ganado el poder de los Forasteros. Todos sus esfuerzos anteriores habían concluido juntos, y actualmente marchaban hacia el final. 

—Estamos listos, Santa. 

Tres figuras se situaban detrás de Priscilla. 

Uno de ellos era un hombre alto y apuesto. Si un ángel bajara a la Tierra, se parecería a él. Llevaba una deslumbrante armadura plateada. 

Era el líder de los Paladines, alguien que había dirigido las fuerzas de la Iglesia de Artemisa durante mucho tiempo. 

Había otra persona a su lado, un hombre que llevaba una máscara de Pierrot. Se reclinaba peligrosamente sobre la barandilla, indiferente a la perspectiva de la muerte mientras la miraba fijamente. 

Finalmente, había una mujer vestida con el hábito tradicional de monja, que durante la última hora había estado siendo muy cuidadosa de no hacer nada que ofendiese a alguien. Cada una de sus acciones era de naturaleza tímida, y se agarraba fuertemente a su libro sagrado. En su pecho llevaba una insignia con la inscripción de una cruz invertida, la señal de los inquisidores de la Iglesia de Artemisa, sus más fanáticos y devotos seguidores. 

—Son personas tan lamentables... 

Priscilla habló sin mirar atrás. 

Eso fue extremadamente generoso para la etiqueta de un "enemigo". Fue tan generoso que fue casi conmovedor. 

—Un rebaño de ovejas que tiemblan de miedo por una pequeña confusión y luchan eternamente. Son la prueba viviente de la ausencia de la Diosa. 

Si algún sacerdote de la Iglesia de Artemisa oyera eso, se habría horrorizado. 

Nadie cuestionó su comentario, aunque lo que dijo fue suficiente para marcarla como miembro de algún culto. Por el contrario, era una santa. 

—Es hora de la verdadera redención de la humanidad que el hombre intentó una vez. 

—Pero, Su Eminencia... 

Fue la monja quien habló. 

Continuó, agachando la cabeza, mientras Priscilla giraba los ojos hacia ella. 

—Una cosa que me preocupa es que no estoy segura de si es lo correcto... usar métodos tan crueles. 

Sus ojos se movían ansiosamente. Se podían ver en sus ojos rastros de su miedo hacia la Santa. 

—Hermana Rhea, no necesita temer. Entiendo sus preocupaciones. Con gusto habría elegido otro camino si hubiera uno. 

Priscilla sonrió. 

Le preguntó a Rhea, que estaba a punto de devolverle la sonrisa torpemente. 

—Pero hermana. Mira este mundo. ¿Eres consciente de cuánto dolor hay en este mundo? 

Rhea no pudo evitar dudar ante la repentina pregunta. 

La sonrisa de Priscilla comenzó a aclararse lentamente. La mirada en sus ojos se congeló con frialdad. 

—Quemaduras, apuñalamientos, heridas cortantes, laceraciones, abrasiones y contusiones. Los dolores de la piel partida y desgarrada, intestinos destrozados, cabezas decapitadas y miembros aplastados. 

Por un breve momento, Priscilla y el líder de los Santos Paladines hicieron contacto visual, antes de apartar rápidamente sus ojos. 

—Hay más dolor que el que proviene de los sentidos de un humano. Una epidemia, el hambre, los desastres naturales y la catástrofe. Por no mencionar la calamidad provocada por el hombre en pos del lucro y una ideología: la guerra. Este mundo está realmente lleno de una inmensa angustia. 

*Goteo* 

La lluvia estaba llegando a su fin. La luz de la luna se abrió paso y las nubes pronto se despejaron. 

—¿Crees que este mundo es el correcto, hermana? 

—No, no lo creo. 

Rhea negó con la cabeza. 

El miedo en su rostro se desvaneció lentamente. Más bien, comenzó a llenarse de éxtasis lentamente. 

Priscilla sonrió antes de continuar. 

—Este mundo está errado. Los fundamentos de él están equivocados, para empezar. Necesitamos una redención sincera. Esta guerra se inició con el fin de hacer eso. Eso es correcto. Esta es una Yihad*, una poderosa guerra santa, que redimirá a toda la humanidad. 

(*obligación o esfuerzo religioso, en árabe) 

El tono de Priscilla era apasionado. Todo su corazón estaba involucrado en ello. Renunció a todo por esto. El estatus de un cuerpo religioso, el honor, la amistad, las emociones. Todo. 

Porque ella creía que era lo correcto. 

—Confía en mí, Rhea. El mundo será redimido por mí, y nacerá de nuevo como un mundo absolutamente impecable donde no haya dolor. 

—Oh, Su Eminencia. 

Rhea comenzó a sonreír con un conmovedor gesto. Sus labios se extendieron hasta sus mejillas. Sus amplios ojos venosos estaban imbuidos de locura. 

—Los resultados de esta guerra dictarán si podemos llevar a cabo la redención de este mundo. Sin importar los medios o el sacrificio, esa redención será una recompensa que todos podrán disfrutar. Así que Rhea, como la Santa, te ordeno que trates a cualquiera que te bloquee el camino como un hereje. 

—Con gusto obedeceré su orden, Su Eminencia. 

Rhea respondió rápidamente, sonriendo de oreja a oreja y moviendo la lengua. 

Priscilla apartó los ojos de ella para mirar a su alrededor. 

Mientras hacía contacto visual con cada uno lentamente, comenzó a hablar de nuevo. 

—Hoy, finalmente es el momento de acabar con este mundo fabricado. 

* * * * * 

* * * * * 

El cielo se despejó sobre las murallas orientales de Dresde. 

Estaba silencioso, excepto por los fríos y helados vientos que se desgarraban sobre el cabello rubio. El hombre de mediana edad tenía una presencia abrumadora, sólo comparable a su gigantesca complexión y sus penetrantes ojos azules. 

Ya había salvado al Imperio Hebrion de un levantamiento civil en el pasado, y hoy no iba a permitir que esta entrada definitiva cayera. 

Guiltian Zedgar F. Rogfelas. 

Su mirada pasó de las líneas del frente a la oscuridad que se desvanecía lentamente. 

Hasta ahora, las pesadas nubes se habían tragado la luz de la luna y protegido a su enemigo. El viento continuó soplando, revoloteando su cabello rubio blanquecino, como si fuera la melena de un león acechando a su presa. 

—¿Se están acercando? 

*Retumbar* 

Bajo sus pies, la muralla de acero comenzó a temblar con las vibraciones de la corteza del planeta. Aunque era débil, la intensidad se incrementaba gradualmente. 

Una luz plateada comenzó a atravesar la debilitada oscuridad, el brillo característico de los Santos Paladines de la Iglesia de Artemisa. 

A medida que se acercaban, el silencio que había superado la muralla era reemplazado por la agitación. Era una reacción natural; cualquiera que fuera consciente de la fuerza de su oponente haría lo mismo. 

El ejército que tenían delante era de 20.000 hombres, y cada uno era un caballero bien entrenado capaz de emplear Aura. 

Ningún ejército era tan poderoso como ellos. 

No solo sus habilidades de combate eran aterradoras, sino que muchos de ellos habían recibido una Bendición de la Luz, que les otorgaba habilidades que rozaban el reino de las superpotencias, superando con creces los versátiles usos del Aura. Cada Bendición se manifestaba en una variedad única, pero todas ellas llevaban un poder impredecible que desafiaba cualquier sistema de clasificación utilizado por el mundo en general. 

Su fuerza se encontraba en un plano totalmente diferente. 

—Es prácticamente como luchar contra un caballero y un mago al mismo tiempo, mientras que también te enfrentas a variables impredecibles. 

Las estrategias mundanas resultarían inútiles contra ellos, ya que no operaban bajo las reglas normales. Eso por sí solo los hacía más fuertes que cualquier otro adversario extranjero que hubiera atacado Dresde en el pasado. 

Habían capturado instantáneamente varias ciudades, pero ahí terminaban sus ultrajes. 

—Swan. 

Cuando Guiltian habló, Swan caminó hacia adelante desde la oscuridad y se arrodilló frente a él. 

—Prepárate para ello. 

—Sus deseos son mis órdenes. 

Swan se desvaneció en algún lugar. 

Luego, inmediatamente. 

*Buuuzz* 

Una alarma resonó por toda la muralla, una señal de inicio para los individuos ubicados en las cinco torres de vigilancia cercanas. Cada torre albergaba cuatro magos, todos del 6° Círculo. Juntos, representaban más de la mitad de la fuerza militar mágica que el Imperio Hebreo podía convocar. 

Con la señal dada, todos comenzaron a invocar un hechizo, este consistía en un arreglo mágico extrañamente diferente. 

Aunque deberían haber terminado de disponerse, todos los hechizos continuaron extendiéndose como enredaderas sensibles, entrelazándose unos con otros antes de unirse a los de las otras torres de vigilancia. 

Los arreglos de hechizos de los magos de la realeza abarcaron el cielo de Dresde. 

—Esto... 

Otros magos entendieron el significado y lo admiraron. 

Conjuntos de hechizos enormemente complicados hechos por varios magos se conectaron organizadamente como una orquesta, uniendo y completando un solo hechizo. Una verdadera rapsodia. 

—Comiencen la intercepción. 

Guiltian había dado la orden. Un destello de luz se lanzó desde cada torre de vigilancia. 

[Bautism of Ruin] (Bautismo de Ruina) 

El rayo barrió el suelo y se extendió hacia el ejército de la Iglesia de Artemisa, cada soldado no más grande que las hormigas a esta distancia. 

*BAM* 

La tremenda explosión resonó. Los soldados del Imperio se esforzaron por no romper la formación. 

Pronto la onda expansiva que dejó atrás al pasar por encima disminuyó, y lo que presenciaron después de recuperar por poco su formación fue una inmensa explosión. 

*BOOOM* 

La impactante explosión hizo eco a través de la cordillera alrededor de Dresde. 

El calor fue tan poderoso que los vientos helados fueron empujados a un lado mientras una ola de calor pasaba sobre la muralla. 

—Vaya... 

Los magos se maravillaron silenciosamente de ello. 

Lo que acababan de presenciar fue a veinte magos del 6º Círculo reunidos para lanzar un hechizo del 7º Círculo, el ataque más fuerte del que era capaz la humanidad. 

Aunque el hechizo se completó con éxito, Guiltian tenía una cara apagada. Esto no era el final de todo. 

Abrió la boca con una actitud tranquila. 

—Comiencen. 

[Nuclear Stream Burst] (Estallido de Corriente Nuclear) 

El espectáculo de no uno, sino dos hechizos del 7º Círculo disparados en sucesión fue irreal. La vista que quedó atrás fue nada menos que un desastre. 

Alguien dejó escapar una mueca. 

—Bien, puede que tengamos que dibujar un nuevo mapa después de esto. 

Antes de que Desir Arman apareciera, el único mago en el más alto nivel de poder era Zod Exarion, que era decididamente independiente del mando de cualquier nación. 

El genio era un don otorgado por los cielos, así que todo lo que podían hacer era esperar a que apareciera un individuo trascendental. Por lo tanto, la solución provisional de Guiltian era simple: 

Cantidad. 

Si no tenían un genio con un talento entre un millón, entonces tendrían que conformarse con veinte magos bien dotados quienes poseían un talento entre cincuenta mil. Con su poder combinado, podían invocar hechizos con un poder que solamente Zod Exarion y Desir Arman podían usar. 

*BAAAM* 

A medida que el bombardeo continuaba, la frustración en los rostros de los soldados disminuyó. La moral del ejército, que previamente había maldecido su destino, se elevó sin cesar. 

Mientras tanto, Guiltian abrió la boca. 

—Traicionaron nuestra lealtad. 

El ejército miró a Guiltian. 

Su voz resonó solemnemente desde donde comandaba en lo alto de la muralla. 

—Al mismo tiempo, invadieron esta tierra donde nuestras familias se establecieron, dañaron a nuestros ciudadanos, y también pretendían tomar el control de este gran imperio. ¿Cómo se ven ante sus ojos? ¿Merecen misericordia? 

Levantó su espada. 

En medio de la tensa atmósfera, Guiltian declaró: 

—Hoy estos fanáticos pagarán por codiciar nuestro imperio. 

Los soldados de Hebrion lanzaron un feroz grito de guerra. 

El Sol de Hebrion realizó su primer movimiento.